Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1517
Legislatura: 1893-1894 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 7 de abril de 1894
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 101, 3373-3374
Tema: Orígenes y significación de la última crisis ministerial

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : El Sr. Conde de Casasola ha tomado pretexto de unas palabras mías para dirigir unas cuantas frases duras al Gobierno, y sobre todo a mí.

No necesitaba S. S. haberse basado en palabras que no tienen nada de particular y que no significan otra cosa que la idea más vulgar de gobierno . ¿Cree S. S. que la fuerza pública no debe responder a la agresión con la agresión? (El Sr. Conde de Casasola: Sí.) Pues si S. S. cree eso, estamos de acuerdo, porque eso es lo que yo he dicho; de manera que S. S. no ha debido tomar para base de su argumentación estas palabras que S. S. mismo admite.

Por lo demás, de que las autoridades en ciertos puntos hayan estado más o menos acertadas en la cuestión de orden público, en la cual es muy difícil acertar, no puede S. S. hacer responsable al Gobierno más que en aquellos casos, en que no haya tomado aquella parte que le correspondía. [3373]

Supone S. S. que en Montblanch la fuerza pública atacó a masas inermes. Pues se abrió una información, de la cual no sé lo que habrá resultado; pero si ha resultado que en efecto la fuerza pública atacó indebidamente a masas inermes, la fuerza pública tendrá su merecido castigo, o lo habrá tenido ya. Pero aquí es muy singular lo que ocurre: se considera como víctimas inocentes a los que atropellan, a los que insultan, a los que cometen agresiones contra la fuerza pública, y en cambio se escudriña con una suspicacia extremada la conducta que ha observado la fuerza pública al responder a esos insultos y a esas agresiones. ¿Es eso lo que pretende S. S.? Pues esto es lo más contrario al orden público que S. S. puede manifestar y que se puede decir. Enhorabuena que cuando la fuerza pública no cumpla con sus deberes tenga el merecido castigo; pero de eso a tratar siempre de disculpar a los alborotadores y de exigir responsabilidad a la fuerza pública, hay una enorme distancia. Pretender que la fuerza pública reciba insultos y agresiones con piedras, si no con tiros, y que esté quieta como si estuviera compuesta de monigotes de madera, es pretender un imposible. Eso no se puede exigir de la fuerza pública sin quebrantarla de tal modo que no serviría después para nada; y además, ¿quién habría de querer pertenecer a un instituto de esa manera expuesto?

Nadie siente más que yo la necesidad de acudir a medidas violentas y la sangre que pueda derramarse con esas medidas; pero yo le puedo decir al Sr. Conde de Casasola, que en ese mismo motín que ha indicado, en el de Montblanch . .. (El Sr. Conde de Casasola. En La Guardia.) El motín de La Guardia fue cuestión de carlistas con no sé quién. (El señor Sanz: Eran españoles. ¿Somos parias los carlistas?) Su señoría mismo ha dicho que arrancaron los fusiles de las manos de los soldados. ¿Qué quería S. S. que hicieran los soldados? (El Sr. Conde de Casasola: Después de la descarga y de haber muertos y heridos.) Antes hablan apaleado a liberales inermes. (El señor Conde de Casasola: No es cierto.) Pues yo declaro que no es cierto lo que S. S. ha dicho, con la misma autoridad que S. S. (Muy bien .) ¿Qué manera de discutir es esa? Por supuesto que hubiera sido difícil que los amotinados arrancaran los fusiles de las manos de los soldados después de la descarga que éstos hicieron para defenderse y evitar que les arrancaran los fusiles, porque después de eso yo no sé dónde se metieron los carlistas. Según las noticias que yo tengo, resulta que los carlistas lo que hicieron fue huir. (El Sr. Sanz: No se trata de carlistas, se trata de españoles; de modo que es impropio hablar de carlistas, tratándose de españoles.) ¿Es que no son españoles los carlistas? (El Sr. Sanz: Es que son españoles, sí señor; pero creo que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros debe hablar de españoles, no de carlistas.) Yo hablo de lo ocurrido allí para saber el origen del motín; era una reyerta entre carlistas y liberales, en la cual los carlistas, además de apalear y perseguir a los liberales, que allí son menos que los carlistas, lo hacían al grito de: "viva Carlos V." (Risas.-El Sr. Conde de Casasola: Murió.) Séptimo: no es extraño, porque para ellos no hay más Carlos que Carlos V y gritan todavía: "viva Carlos V" muchos carlistas. (Risas.-El Sr. Conde de Casasola: Como muchos liberales: "viva Espartero",- que después de todo, tan muerto está el uno como el otro. (Risas.)

Pero, en fin, como S. S. se ha referido también a los sucesos de Montblanch, yo debo decir a S.S., que de aquel motín, que se inició al grito de "¡abajo las contribuciones!", poniendo pasquines en las esquinas, invitando a que no se pagara la contribución, y prohibiendo pagarla por medio de pregón y bajo penas severas, resultó que los que tomaron parte en él no pagaban ni un céntimo de contribución. De manera que no hay que guardar tampoco esa consideración a aquél que paga mucha contribución y que se cree perseguido por el Fisco, no, porque se toma por pretexto eso para hacer motines de otra naturaleza. (El Sr. Cañellas: Pero en Montblanch no ha pasado absolutamente nada de eso.)

No se puede consentir que, bajo el pretexto de que el Fisco abruma al contribuyente, se levanten en armas contra el Gobierno, siendo así que tienen expedito el camino, como he dicho en otras ocasiones, y amplísima libertad para dirigirse a los Poderes públicos en manifestación de sus desagravios y en demanda de justicia ; que pueden reunirse en meetings, hacer manifestaciones; dirigir exposiciones a las Cortes, levantar la opinión, hacerlo todo, porque para eso nuestras leyes dan libertad; pero, puesto que eso hay, no puede permitirse, sin el debido correctivo, que se levanten en armas contra los Poderes públicos. Por eso el Gobierno tiene que ser un poco severo en la represión de esas perturbaciones del orden público.

Por lo demás, yo no puedo, menos de insistir en lo que dije el otro día . Su señoría, es indudable, y yo no lo niego, que ha estado en su derecho al dirigir los cargos que ha dirigido al Gobierno; pero yo creo que no tenía necesidad para hacerlo de valerse de unas palabras que S. S. no puede admitir, pues yo sostengo, como sostuve el otro día, que la fuerza pública está en el deber de contestar a la agresión con la agresión .



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